“Y en ese insoportable descuido de la vida, le parecía imposible entender al amor en todas sus formas; y no porque ella no fuera capaz de abstraerse lo suficiente, si no porque otros no habían sido capaces de dejar una marca en su cuerpo. No pretendía abrazos a contratiempo ni adioses inesperados, ella sabía lo que era amar porque había proyectado su cintura en un horizonte inexistente, pero aún no entendía el azar inconstante del que se jactaba ese sentimiento absurdo, no entendía por qué en tantas oportunidades le habían pisoteado el corazón y sin sentirlo. Recordó entonces todas las veces que hubo dejado su vida por amor, y comprendió que para amar era necesario saber dejar; porque por más dolor que le hubiera causado despegarse de lo suyo, había aprendido a hacerlo. Tenía en claro que dejar no significaba huir, ni abandonar, si no que correspondía a un compromiso mucho más eterno, que pretendía ser fiel a un momento determinado sin corromperlo con la angustia de momentos posteriores; tener la capacidad para dejar intacto lo que fue, sin la necesidad de contaminarlo con lo que podría haber sido.
Eso, sin embargo, no lo había encontrado en ningún otro corazón, y es por eso que, todavía, dudaba del amor.”
Eso, sin embargo, no lo había encontrado en ningún otro corazón, y es por eso que, todavía, dudaba del amor.”
*Gracias a Inconsciente colectivo por el texto de MFlorencia
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